La agroecología como transformación cultural
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Zaballa, una gestión ambiental exitosa

Zaballa, una gestión ambiental exitosa

En enero paseamos, nos fuimos a Santa Fé. Nos recibió un Ingeniero Agrónomo que asesora, cuida y está comprometido con la Agroecología de su localidad Zaballa, la de su provincia  (Santa Fé) y con la RENAMA, a nivel nacional. 

Entrevista a Claudio Benitez

La salud como consciencia y forma de vida.

Su nombre es Claudio Benitez y dedicó 4 horas de una calurosa mañana a contarnos la historia de cómo su pueblo se convirtió en un modelo de sustentabilidad. Su actividad no sólo es consecuencia de vocación y compromiso. Es de esas personas que vivió para contarla. Y no solo la cuenta, es su proyecto de vida. Sobrevivió a una enfermedad que le produjeron los agroquímicos en sangre y lejos de darse por vencido, se recuperó. Hoy gestiona políticas para que el modelo Agroecológico se perfeccione cada día en ese territorio.

Zaballa es un departamento de Santa Fé, ubicado a 23 km de Rosario. Con 5000 habitantes y una superficie de 17.500 has. hoy es un modelo de gestión digno de imitar. Con 10.000 has. productivas, en solo una década ha logrado lo que para muchos podría ser una utopía. Una convivencia consciente entre producciones agrícolas, comunidad científica y población urbana. Y claramente para que eso pase, existen hoy y años anteriores también, gestiones estatales a la altura de las necesidades reales de toda la población.

Esta transformación, con todos sus matices iniciales, surgió en el año 2005, donde un grupo de vecinos visibilizó diferentes focos de contaminación en el casco urbano. Antenas de celulares, ruido exagerado de los silos y uso de agroquímicos.  Se expresaron a través de diferentes intervenciones como festivales y radios abiertas en la plaza del pueblo. En ese marco dieron a conocer a toda la población las consecuencias en el ambiente y principalmente en la Salud. Ante este panorama, las autoridades tomaron nota de una realidad: la gran cantidad de vecinos con diferentes tipos de alergias, y otras afecciones más graves.

En la actualidad no hay silos funcionando en la planta urbana de Zaballa. No se aplican agroquímicos alrededor de lo urbano, ya que se ha creado un cinturón agroecológico. Se separan los residuos en cada hogar y luego colectivamente, se tratan. No hay un basural. Lo húmedo se lleva a la ecohuerta a la salida del pueblo para hacer compost. Lo sólido se vende, y se está armando una especie de cooperativa para esta actividad. Y no contentos con haber quitado el basural, en ese predio se creó una playa de estacionamiento de vehículos comunales.

En este punto quien lee se puede preguntar… 

¿Qué pasó entre el 2005 y el 2021 para que se realizarán  tantos cambios en favor de la SALUD y la calidad de vida de Zaballa?

Escuchar a esos vecinos que se manifestaron en el 2005, fue el puntapié de la gestión del entonces intendente Ignacio Mujica, para comenzar a analizar una modificación en la ordenanza de agroquímicos en el año 2009. Así se hizo, ya que toda la planificación ambiental estaba regulada en una sola legislación, la de plaguicidas. Este proceso fue conflictivo inicialmente. Fue dificultoso el consenso entre La Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Rosario que tiene allí  una sede y los intereses de  las  asociaciones acopiadoras de cereales con sus silos instalados en la avenida principal del pueblo.

En el 2011 se pudo promulgar la nueva ordenanza. Se regularon las fumigaciones: aéreas a  3.000 metros y las terrestres se limitaron a 800 metros del casco urbano. También se prohibió la instalación urbana de los silos. Esta saludable restricción contempló el registro de las recetas agronómicas por parte del Estado, para calcular los litros y la toxicidad de los componentes empleados en el territorio. Si bien deben presentarse en papel al municipio, con cada aplicación los inspectores comunales se hacen presentes y fiscalizan.

Lo interesante de este proceso, no es en sí mismo el registro en su aspecto burocrático o fiscal. Lo significativo es que han sabido utilizar este registro para generar datos. Y según la cantidad y toxicidad de lo aplicado; determinan las tasas a abonar. A través del uso de la app “Kobo” (creada por la Universidad de Harvard) que es de libre acceso, se van cargando los datos y a mayor cantidad de agroquímicos aplicados, más se paga. La ordenanza no sólo regula estas tasas según el cociente de impacto ambiental, EIQ por su sigla en inglés (Environmental Impact Quotient). A lo largo de los años, incluso, han perfeccionado el sistema: aquellos productores que no aplican insumos químicos, son beneficiados con financiamiento municipal que se recauda entre toda la población vía tasas municipales.

Ecuación perfecta, pagan los que más contaminan y son premiados quienes hacen el esfuerzo de aplicar métodos agroecológicos. Y si bien en un pueblo pequeño se sabe casi todo, los vecinos tienen un número telefónico anónimo donde denunciar pulverizaciones que no hayan sido notificadas. Pero eso no es todo, el año pasado realizaron otra modificación, donde se creó una comisión de fomento a la Agroecología, donde productores, Universidad y municipio se juntan a planificar, resolver conflictos, pautar capacitaciones, entre otros acuerdos.

Esto no se detiene aquí, sino que hay más proyectos en marcha. Como por ejemplo, armar un molino harinero agroecológico en una de las plantas de silos que quedó sin funcionamiento; desarrollar la fábrica de bioinsumos que ya tiene sede propia, y finalizar el edificio de la escuela secundaria con orientación en Educación Ambiental.

La tarea cotidiana de un funcionario como Benítez y la vida que se vive en Zaballa, nos deja un mensaje contundente: el diálogo como camino, la salud como faro y la agroecología como brújula hacia un futuro donde los pueblos rurales, sean comunidades saludables y prósperas en todos sus aspectos.